La Ventana
Cuánta tristeza en una hoja del otoño,
dudosa siempre en último extremo si presentarse como cuchillo.
Cuánta vacilación en el color de los ojos
antes de quedar frío como una gota amarilla.
Tu tristeza, minutos antes de morirte,
sólo comparable con la lentitud de una rosa cuando acaba,
esa sed con espinas que suplica a lo que no puede,
gesto de un cuello, dulce carne que tiembla.
Eras hermosa como la dificultad de respirar en un cuarto cerrado.
Transparente como la repugnancia a un sol ubérrimo,
tibia como ese suelo donde nadie ha pisado,
lenta como el cansancio que rinde al aire quieto.
Tu mano, bajo la cual se veían las cosas,
cristal finísimo que no acarició nunca otra mano,
flor o vidrio que, nunca deshojado,
era verde al reflejo de una luna de hierro.
Tu carne, en que la sangre detenida apenas consentía
una triste burbuja rompiendo entre los dientes,
como la débil palabra que casi ya es redonda
detenida en la lengua dulcemente de noche.
Tu sangre, en que ese limo donde no entra la luz
es como el beso falso de unos polvos o un talco,
un rostro en que destella tenuemente la muerte,
beso dulce que da una cera enfriada.
Oh tú, amoroso poniente que te despides como dos brazos largos
cuando por una ventana ahora abierta a ese frío
una fresca mariposa penetra,
alas, nombre o dolor, pena contra la vida
que se marcha volando con el último rayo.
Oh tú, calor, rubí o ardiente pluma,
pájaros encendidos que son nuncio de la noche,
plumaje con forma de corazón colorado
que en lo negro se extiende como dos alas grandes.
Barcos lejanos, silbo amoroso, velas que no suenan,
silencio como mano que acaricia lo quieto,
beso inmenso del mundo como una boca sola,
como dos bocas fijas que nunca se separan.
¡Oh verdad, oh morir una noche de otoño,
cuerpo largo que viaja hacia la luz del fondo,
agua dulce que sostienes un cuerpo concedido,
verde o frío palor que vistes un desnudo!
quinta-feira, 27 de setembro de 2012
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2 comentários:
Não consigo associar ao Outono (permita-me escrever com maiúscula, apesar do novo acordo) a ideia de finitude. Limitação minha, sei.
Para mim o fim é a morte. Há muitas formas de acariciar a vida, até que inexoravelmente a vida deixe de nos acariciar.
Sinto o Outono como um período de apaziguamento, similar ao que antecede o meu sono em cada noite.
Perdoe a minha falta de sensibilidade para o poema e aceite que a língua, ou melhor, o desconhecimento dela, será um forte obstáculo.
Globalmente olhado, mas adquirindo verso a verso uma mais elevada densidade elegíaca - até atingir o desenlace em que o eu se assume como verdadeiro "deus-trágos" (os quatro últimos versos) -, este poema remete para o estado de espírito que Antero de Quental designou por "Despondency".
Será bom não esquecer: a "soledade" pode convocar a piedade de si, o despojamento total e um deixar-se ir que é, como Antero ilustrou, uma forma de antecipar a própria morte.
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